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Cereales: De los alimentos y, dentro del grupo de cereales, el pan sigue constituyendo la parte más importante: 68% del total. Es interesante destacar el papel que está adquiriendo el pan integral (24,4 g) sustituyendo paulatinamente al blanco en la dieta. Se ha producido, igualmente, una ligera disminución en el consumo de arroz y pasta; sin embargo, ha aumentado considerablemente el uso de bollería y galletas, que se ha duplicado.
Verduras y patatas: El modelo dietético de la población española se caracteriza por un alto consumo de verduras: 173 g diarios, superior al de 1994. Dentro del grupo, los alimentos mayoritarios son tomates (40,3 g), lechuga, escarola (23,5 g), cebollas, cebolletas y puerros (16,8 g) y pimientos ( 1 0,9 g), poniendo de relieve el extendido y frecuente uso de ensaladas con la ventaja adicional de que se consumen crudas y, por tanto, sin pérdidas apreciables de vitamina C. El consumo medio de patatas es de 145 g, muy inferior al encontrado en 1964 de 300 g, poniendo de manifiesto el progresivo abandono de ciertos alimentos básicos considerados de "poco prestigio" entre la población -como patatas, pan, leguminosas-, a favor de otros más elaborados y transformados lo que, sin duda, es uno de los aspectos menos satisfactorio del desarrollo. Otros factores que podrían tener gran influencia en este cambio están relacionados con la importancia que tiene actualmente la delgadez como canon de estética y belleza corporal. En este sentido, un gran número de personas consideran, equivocadamente, que las patatas -igual que el pan- son alimentos que "engordan".
Leguminosas: Otro aspecto negativo en nuestra alimentación es la disminución producida en el consumo de leguminosas. La ingesta, que en 1964 era de 41 g, ha quedado reducida a la mitad: en 1981, 24 g y en 1991, 20,2 g.
Este cambio en los hábitos alimentarios - menor consumo de patatas, pan y leguminosas - es motivo de preocupación entre los nutriólogos, pues ha dado lugar a una importante modificación en el perfil calórico de la dieta: ha aumentado la energía procedente de proteína y, especialmente, de grasa, a expensas de la aportada por los hidratos de carbono. Este hecho no es singular de nuestro país y se observa, en general, en todas las áreas industrializadas.
Este cambio en los hábitos alimentarios - menor consumo de patatas, pan y leguminosas - es motivo de preocupación entre los nutriólogos, pues ha dado lugar a una importante modificación en el perfil calórico de la dieta: ha aumentado la energía procedente de proteína y, especialmente, de grasa, a expensas de la aportada por los hidratos de carbono. Este hecho no es singular de nuestro país y se observa, en general, en todas las áreas industrializadas.
Frutas: Las frutas ocupan el tercer lugar entre los grupos de alimentos consumidos en mayor cantidad: 300 g y, junto con las verduras, alcanzan casi 500 g diarios. Este es, probablemente, uno de los aspectos más positivos de nuestra dieta mediterránea si se tiene en cuenta que, en la actualidad, en la mayoría de los países desarrollados, las diferentes organizaciones recomiendan como meta consumir diariamente 400 g de frutas y verduras por su alto aporte de vitaminas antioxidantes y otros componentes (pectinas, fructosa, ß-caroteno, polifenoles, etc.) que parecen resultar especialmente beneficiosos en la prevención de las enfermedades degenerativas. Dentro del grupo, destaca el consumo de naranja (82,7 g), manzana (42,1 g), plátano (25,8 g), melón (23,8 g) y pera (23,6 g).
Lácteos: El consumo medio de lácteos, 375 g, es, cuantitativamente, el más importante de la dieta de los españoles, aspecto muy satisfactorio pues aporta más del 50% del calcio total, Dentro de él, la leche líquida, 338 g, fundamentalmente de vaca, constituye un 90% total.
El consumo de queso: (16,2 g), es bajo, como es habitual en nuestro país y superado por el yogur (20,5 g). En muchos de los países de la Unión Europea existe la tradición de consumir queso como postre, que contrasta con la costumbre española de tomar frutas. En efecto, nuestra tradición de consumo lo sitúa antes como objeto de aperitivo, plato frío o recurso de bocadillo, que como plato fuerte o postre en forma de tablas de queso, tan habituales en otros países.
El consumo de queso: (16,2 g), es bajo, como es habitual en nuestro país y superado por el yogur (20,5 g). En muchos de los países de la Unión Europea existe la tradición de consumir queso como postre, que contrasta con la costumbre española de tomar frutas. En efecto, nuestra tradición de consumo lo sitúa antes como objeto de aperitivo, plato frío o recurso de bocadillo, que como plato fuerte o postre en forma de tablas de queso, tan habituales en otros países.
Carnes y derivados: Carnes y derivados constituyen una parte importante de la dieta. Su consumo es de 187 g y dentro del grupo, destacan: pollo (58,3 g), embutidos (38,7 g), vacuno (31,7 g) y cerdo (28,8 g). Desde 1964, y paralelamente al mayor grado de desarrollo de nuestro país, se ha producido un importante aumento especialmente de pollo, que en 1964 era de 14 g. Quizá, el pollo, junto con el yogur, sean entre todos los alimentos que forman parte habitual de nuestra dieta, los que han experimentado el mayor aumento.
Pescado: En España existe gran tradición de uso de productos de la pesca que nos sitúa entre los primeros países del mundo. El consumo medio es alto 75,9 g y ha ido aumentando desde 1964, cuando la ingesta era de 63 g (1981 = 72 g). Dentro del grupo se utiliza mayoritariamente el pescado magro: 39, 3 g, principalmente pescadilla: 20,7 g.
Aceites y grasas: Del consumo total de aceites y grasas (54,9 g) un 95% (51,9 g) corresponde a los aceites vegetales, debido, principalmente, al extendido uso del proceso culinario de fritura en baño de aceite. Dentro de éstos, y como es característico de los países mediterráneos, es predominante el aceite de oliva (32,9 g) que representa un 60% del total mientras que el consumo de aceite de girasol, maíz y soja es, en conjunto, de 19 g.
Aportes de energía: La mayor parte de los programas nutricionales de los países desarrollados ponen especial énfasis en la disminución de la ingesta de lípidos y, especialmente, de ácidos grasos saturados, pues existe suficiente evidencia de su relación con el desarrollo de diferentes enfermedades degenerativas . En España el consumo de grasa ha aumentado desde 108 g en 1964 a 121 g en 1991.
Minerales: Con una dieta variada y una adecuada ingesta de energía, quedaría asegurado un buen aporte de minerales. Sin embargo, es frecuente encontrar ingestas deficitarias, especialmente, de hierro. Las mayores necesidades nutricionales de este último mineral en las mujeres a partir de la menarquia, dan lugar a importantes deficiencias, las de mayor prevalencia en los países desarrollados, que se traducen en un aumento de la incidencia de anemias subclínicas que afectan a un gran porcentaje de la población femenina. También la baja ingesta de calcio podría estar asociada a problemas óseos, como la osteoporosis. En España estos dos nutrientes los aportan los siguientes grupos de alimentos
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